 Bajo la lluvia su mirada se apagó para siempre. Sus ojos verdes se habían equivocado al enamorarse de los suyos, tan negros, tan oscuros, tan profundos. Se equivocaron sus labios y también su aliento, mezcla de deseo y necesidad. Sólo el pantano, en lo más oscuro del bosque, sabía la verdad. Él, con sus ojos negros y sus enormes manos , la arrastró hasta lo más profundo; sumisa y dócil quedó hundida en el cieno, dejó que los peces fueran absorviendo su alma con sus bocas suaves y resbaladizas. Dejó que las flores crecieran a su alrededor y se transformó en agua. Desapareció.
Bajo la lluvia su mirada se apagó para siempre. Sus ojos verdes se habían equivocado al enamorarse de los suyos, tan negros, tan oscuros, tan profundos. Se equivocaron sus labios y también su aliento, mezcla de deseo y necesidad. Sólo el pantano, en lo más oscuro del bosque, sabía la verdad. Él, con sus ojos negros y sus enormes manos , la arrastró hasta lo más profundo; sumisa y dócil quedó hundida en el cieno, dejó que los peces fueran absorviendo su alma con sus bocas suaves y resbaladizas. Dejó que las flores crecieran a su alrededor y se transformó en agua. Desapareció.Illustración: Benjamin Lacombe
 
2 comentarios:
Nada se pierde, todo se transforma como decía el bueno de Jorge Drexler.
Desde el agua a veces parecen mirar unos ojos verdes ¿casualidad?
Hay equivocaciones que deben cometerse. Equivoquémonos más, que nos equivocamos poco.
Un beso.
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