27.7.10

Ahora

Languidecía la tarde a través de la persiana. Una suave brisa sustituía el asfixiante calor del mediodía y sólo el cantar de lo pájaros llenaba la estancia. En el sofá, tumbada, por fin disfrutaba de unos momentos de paz. Un lejano repiquetear la envolvía como un manto. No estaba sola. El incesante ruidito era señal de compañía, de complicidad, y aunque a unos pasos, sentía su calor tan cerca que su corazón se iba agrandando y si cerraba los ojos empezaba a soñar. En la habitación de al lado, respiraba pausada un trocito de su alma. Tan pequeña y tan enorme a la vez. Suave y dulce; su vida.

9.7.10



Y en su mirada se reflejaban el silencio y la tristeza.
Se habían secado ya sus ojos y con cada aguja auyentaba sus temores.
Ni una sola palabra bonita, ni un dulce susurro en sus oidos; nadie la había querido nunca y mantenía los ojos de su muñeca cerrados para no verse reflejada en sus pupilas. Para no descubrir que, al final, se habían intercambiado los papeles y que no era más que un juguete de trapo, olvidado y solo.


Ilustración: Dani Alarcón "Voodoo girl"