16.3.09

A veces

Y si a veces no grito, no digo, no arranco a correr, es por miedo a la fuerza que podría desatarse detro de mi. Porque puedo perder la razón y agarrarme al primer viento que me roce con fuerza, y dejarme arrastrar hasta donde me lleve. Sin un adiós, sin un beso, sin despedidas.

5.3.09

Sucesos

Cuando del corazón surge un grito amarillo
grandes sargas se extienden sobre rostros amados.
Me dicen que ya es tarde y que el pastor de sombras
es ahora obediente a manos invisibles.

En nosotros ha entrado una serpiente ciega.
Ya nadie ama ni sonrie.

Un huracán de signos avanza inútilmente.
Las últimas mentiras se disfrazan de invierno.

Alguien entra descalzo a la fosa de los números,
alguien está anudando las cuerdas del olvido.

Los hay que cantan lívidos al borde del suicidio
y los más silenciosos copulan sin esperanza.

Un paso más allá todo es inexistencia;
todo se explica en el no ser.

Ya veo
la turba incandescente. Van a venir muy pronto
los reptiles del llanto.

Alguien gime cercado por la púrpura.
Alguien abre despacio la mirada sabiendo
que en su córnea se esconden las cifras terminales
y que su pensamiento
no es más que una sustancia que precede a la muerte.

Cunden fétidas rosas; sus pétalos cansados
descienden a mis manos. Silenciosas, se acercan
las madres que no olvidan.

Frutos enloquecidos
se unen a los restos desprendidos del fósforo
y las últimas sílabas, a las incomprensibles.

En la hora imposible despertará el durmiente;
como un cuchillo negro te mirarán sus ojos.
Vas a quedarte solo. Tu cuerpo tendrá frío
desnudo para siempre, desnudo hasta los huesos.

Acepta tu extravío, entrégate a la luz:
la luz es el comienzo de la causa invisible.

Antonio Gamoneda de Extravío en la luz