16.7.09

"El amor de los cojones"

No sabes cómo ni por qué, pero sucede. Se filtra por los poros de la piel, por la ventana de las pupilas, por el laberinto de los oídos. Es ladino y contumaz, escurridizo y etéreo, hipnótico y contradictorio. Te invade, te desafora, te descalabra, te descerebra. Y lo que creías tu inexpugnable fortaleza de certezas y convicciones, templada con el mortero del escepticismo, las soledades, la decepción y el desatino, se convierte en un frágil castillo de naipes capaz de desmoronarse con sólo un leve suspiro o un imperceptible susurro. No hay antídoto ni tratamiento que palíe sus efectos, estudio o reflexión que argumente y defina sus complejos y atávicos mecanismos. Tampoco la literatura, la ciencia, o incluso la brujería han sido capaces de descifrar su orígen y morfología. Pero a pesar del vértigo, la incertidumbre y el desconcierto darías un brazo por ese abrazo, un ojo por esa mirada, la razón por ese corazón. "El amor de los cojones", lo llama mi vecina de almohada. ¿Y quién, si no un enamorado, puede expresarlo con semejante contundencia, precisión y capacidad de síntesis?

Juan Carlos Avilés (Diario 20 minutos 16 de julio de 2009)

7.7.09

Colmando el vaso

¿De qué sirve amasar sentimientos, moldearlos y mimarlos, si después no encuentras las palabras?
¿Para qué crecer y hacerse fuerte, si al final somos lo mismo que éramos antes?
¿Qué hacer con todo este esfuerzo?