1.8.10

Fragmentos: XVIII

"Lord Emsworth se levantó. Ya no aguantaba más. Dejó la mesa, el comedor y la casa. Minutos después alcanzaba el bosquecillo de tejos, donde se encontró con la desagradable sorpresa de verlo infestado por el mismísimo Angus McAllister. El jardinero jefe estaba de pie observando el musgo como el sumo sacerdote de una antigua religión a punto de clavar el cuchillo para un sacrificio humano.
-Buenos días, McAllister -saludó fríamente lord Emsworth.
-Buenos días , milord.
Hubo una pausa, durante la cual Angus McAllister extendió un pie tan grande como un estuche de violín y pisó el musgo con él. El significado de aquel gesto era obvio: expresaba desprecio, disgusto, una aversión total por el musgo; y lord Emsworth, estremeciéndose de dolor, hubo de ver, esta vez a través de sus quevedos, la antipática imagen de aquel hombre. Aunque no solía entregarse a menudo a la especulaciones teológicas, se estaba preguntando por qué la Providencia, aun en el caso de verse en el deber de crear jardineros jefes, había juzgado necesarios hacerlos escoceses. E indagando más, ¿por qué, en el caso de Angus McAllister, había hecho de él un ser humano? ¿Por qué había descartado para él todos aquellos ingredientes de los que hubiera podido salir un mulo de primera clase? Tenía la sensación de que Angus McAllister le hubiera caído mucho mejor como mulo."

"Lord Emsworth y la joven dama" - P.G. Wodehouse