11.12.06

Tiempo



Miraba sus manos y sentía el paso del tiempo. En sus arrugas se reflejaba la vida que poco a poco llegaba a su fin y que dejaba, en cada uno de sus poros, historias, paisajes, sonrisas y muchas lágrimas.
Delante del espejo peinaba sus largos cabellos plateados. Lo hacia despacio, como queriendo disfrutar del momento, pero también porque sus manos eran débiles y, probablemente, no podrían abrazar con la fuerza de antes. Eso pensaba ella y entonces, otra vez, como cada día, se acordó de él. Sonrió y al mismo tiempo sus ojos, aún con ese algo especial de antes, se inundaron y una lágrima solitaria se derramó acariciando su suave mejilla.
¿Dónde estaba?
Desde que se levantaba hasta que se acostaba, incluso durmiendo y en sus sueños más profundos, él la acompañaba y compartía con ella los días y las noches y la música de aquel piano que nunca dejaba de sonar.
Vivía sola. Era capaz de llevar su vida, de arreglarse y tener la casa en condiciones. Sus hijos vivían no demasiado lejos, pero cada uno mantenía su espacio y así todo funcionaba mejor. Ella prefería la soledad entre sus cuatro paredes. No quería irse de allí y se abrazaba a sus recuerdos porque eran lo que más necesitaba.
Durante más de cincuenta años se habían amado incondicionalmente. Nadie lo sabía. Fue un secreto compartido, un secreto tan hermoso y tierno como doloroso e injusto. Y ahora, ahora nada le quedaba más que su sonrisa y sus dulces ojos mientras la observaba. Lo hacia todo el tiempo, siempre que estaban juntos, y lo echaba de menos.
Un día desapareció. Sin una nota, sin una llamada, sin adiós ni hasta luego. Se marchó. Ella quedó a la espera de noticias, de alguna señal que le indicara que él seguía allí, a su lado de alguna manera. No hubo cartas ni llamadas, ni una palabra que pudiera consolarla. Nada.
Peinaba sus largos cabellos plateados y sonreía ante el espejo. Ahora, cuando me haya vestido, saldré al parque a dar un paseo. Que no me olvide de coger los libros, al gatito de preciosos ojos que siempre viene a hacerme compañía, le gusta que le lea.

4 comentarios:

DANI dijo...

Ufff, como me gusta oir una canción e imaginarme una historia del que está escuchando esa canción en ese preciso momento.

No se si decirte que la historia es triste o simplemente bonita, en fin como el tema del enorme George.

un besazo con los pelos de punta

Danelí dijo...

me quedé con el brillo del cabello plateado y la humedad en los ojos del tiempo

Anónimo dijo...

Princess, thanks for the moment...
lleno de soledades bellas
como las que mas amamos
profundas
eternas

alZhu dijo...

Qué bonito.
Pero qué triste.
He pensado en mi abuela y en todos los abuelos del mundo, bañados en arrugas de guerra.