19.2.09
Eels - I need some sleep
12.2.09
La colección
Sólo si lograbas mantener la mirada, si eras capaz de ver más allá de sus enormes ojos, descubrías que la niña era, en realidad, una anciana que acumulaba vidas desperdiciadas, tantas como muñecas. Cada una de ellas, un suicidio prematuro, cada aguja una lágrima sin derramar.
Ilustración: Dani Alarcón "La colección"
Ilustración: Dani Alarcón "La colección"
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En mi cabeza,
Sólo para tus ojos
Versus - Ladytron
11.2.09
Fragmentos XVII
"En la cocina Miguel dejó escapar el humo de un cigarro, serpenteó hacia el techo mientras la ceniza caía distraídamente sobre el plato de macarrones recién sacados del microondas. Tambaleándose, recogió el vaso vacío del suelo y de encima la cómoda agarró una botella de whisky barato. Llenó el vaso hasta arriba y volvió a la cocina mientras sorbía ansioso y trataba de mantener el equilibrio. Encendió otro cigarro, de repente ya no tenía hambre, el whisky era lo único que el cuerpo le pedía, lo único que ansiaba y a cada trago la pena le dominaba; le arañaba la lengua y le abrasaba la garganta. Lejos de sentirse mal, se dejó envolver por esos sentimientos que poco a poco iban aumentando sus ansias de terminar con todo.
Allí, de pie en la cocina, le asaltó una tremenda sensación de vacío. A la mente le llegaban imágenes de un sueño que tenía cuando era más joven. Solía sentarse en el terrado de casa de sus padres, en el suelo, apoyándose contra la pared y dejando que el sol de la tarde golpeara su cara con suavidad. Cerraba los ojos y se llenaba del aroma que las sábanas tendidas y aún húmedas desprendían. Estando allí sentado se veía lejos de la ciudad, viviendo y trabajando cerca del mar. Imaginaba una casita en un pequeño pueblo, sin prisas ni complicaciones. Le gustaba la idea de trabajar lo justo para poder comer y vivir sin preocupaciones. En su imaginación las estaciones traían colores: inviernos azules, limpios y fríos, primaveras tibias de color anaranjado, veranos de color turquesa con el bullicio de los veraneantes y el silencio que arropa a la hora de la siesta. Los otoños se le antojaban tostados, con el tacto de la arena entre los dedos mientras disfrutaba de una preciosa puesta de sol. Algunas veces también aparecía una hermosa mujer a su lado, no tenía el rostro definido, pero se amaban y todo era fácil entre ellos."
Del relato: "De un color amarillo"
Allí, de pie en la cocina, le asaltó una tremenda sensación de vacío. A la mente le llegaban imágenes de un sueño que tenía cuando era más joven. Solía sentarse en el terrado de casa de sus padres, en el suelo, apoyándose contra la pared y dejando que el sol de la tarde golpeara su cara con suavidad. Cerraba los ojos y se llenaba del aroma que las sábanas tendidas y aún húmedas desprendían. Estando allí sentado se veía lejos de la ciudad, viviendo y trabajando cerca del mar. Imaginaba una casita en un pequeño pueblo, sin prisas ni complicaciones. Le gustaba la idea de trabajar lo justo para poder comer y vivir sin preocupaciones. En su imaginación las estaciones traían colores: inviernos azules, limpios y fríos, primaveras tibias de color anaranjado, veranos de color turquesa con el bullicio de los veraneantes y el silencio que arropa a la hora de la siesta. Los otoños se le antojaban tostados, con el tacto de la arena entre los dedos mientras disfrutaba de una preciosa puesta de sol. Algunas veces también aparecía una hermosa mujer a su lado, no tenía el rostro definido, pero se amaban y todo era fácil entre ellos."
Del relato: "De un color amarillo"
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