20.1.09

En algún rincón

Cuando al fin llegó a su casa, después de subir a trompicones por la empinada cuesta, se quedó plantada delante de su puerta. Dudaba en llamar o no al timbre, le asustaba el ruido hueco de al otro lado; probablemente lo que en realidad le asustaba era el sonido de sus propios pensamientos dando vueltas dentro de su cabeza, rebotando en las paredes de su cráneo, creando un eco insoportable que no tenía fin. Pulsó el botón y esperó. Con la palma de las manos a cada lado de la cara, miraba a través de la puerta con la nariz pegada en el cristal. Al principio creyó que el sol de la tarde, algo mortecino a esas horas, la había engañado deslumbrándola, pero no, lo que veia era verdad, no había nada más cierto que eso: dentro, al otro lado de la puerta, una sonrisa lo llenaba todo, todo...incluso pudo acallar el sonido insufrible dentro de su cabeza. Ni una sola palabra salió de su boca, tan sólo una lágrima se atrevió, tímida, a deslizarse por su mejilla; luego, le devolvió la sonrisa.

Suena: Ciudad dormitorio de La habitación roja

1 comentario:

Fernando García-Lima dijo...

Hacen falta más finales felices :-)

Un beso y tiritas