10.11.08

Carcoma

Por las mañanas suelo levantarme pronto, antes de que suene el despertador ya tengo un ojo abierto y estoy pensando en el siguiente paso. Es un ejercicio puramente mecánico ya que la rutina se repite día tras día sin ninguna excepción. Un golpe al despertador, mi pie izquierdo palpando el suelo en busca de la zapatilla y el arrastrar de mi cuerpo hacia el baño. Me resulta todo tan tedioso, no lo soporto. No sé cuánto hace que me siento así, cuánto desde que mi marido se ha convertido en un ser insufrible al que a veces deseo hacer daño de verdad. Miro a mi alrededor y nada me complace, me odio a mi misma pero soy cobarde y no me atrevo a silenciar, de una vez por todas, las voces que me carcomen por dentro y me van desquiciando mordisco a mordisco.

Treinta años atrás, una niña desayuna en silencio en una pequeña cocina muy sencilla y algo oscura. Su madre, con un delantal anudado en la cintura, friega en silencio los platos que su marido, el padrastro de la niña, ha ensuciado durante el desayuno. El hombre, tosco y de pocas palabras, fuma un cigarrillo sin importarle que la ceniza vaya cayendo en el suelo. La pequeña piensa en levantarse y gritarle que haga el favor de ir con cuidado, que su madre no es su criada y que no soporta más su aliento y su cara de amargado; pero no mueve ni un dedo y con la cabeza gacha sigue a cucharadas con sus cereales. El hombre de pocas palabras suele pegarle, lo hace muy a menudo y por cosas sin importancia. Días antes, al volver del colegio, Sara, que así se llama la niña, subía las escaleras como hacía cada tarde, silbando una divertida melodía que había escuchado en la radio y pegando saltitos de escalón en escalón. Fuera de casa se sentía libre para ser feliz, al menos lo intentaba y había dividido su vida en dos mundos completamente distintos. Uno, el de casa, era frío y gris. En él cada paso lo daba con miedo, con terror a ser reprendida. En el otro había sol y música y un montón de cosas por aprender. Así, mientras subía silbando los escalones, no podía imaginar que al llegar a casa, sin motivo aparente, cuando ya estuviera en su cuarto, la puerta se abriría y se cerraría de golpe cuando él hubiera entrado, pidiendo silencio con un dedo en los labios mientras se desabrochaba el cinturón


Cuando al fin salgo de casa y entro en el ascensor intento tranquilizarme. Respiro hondo un par de veces y cierro los ojos para alejarme de los malos pensamientos. Piso la calle y el frío me golpea la cara, me gustan esas pequeñas punzadas en la sien, que los pulmones parezcan congelarse, me ayuda a relajarme. El mundo exterior me resulta cada vez más insoportable, como si a cada paso que doy alguien estuviera dispuesto a ponerme a prueba. Esta situación se ha ido agravando con el paso de los años, cada vez va a más y no entiendo aún como no me he quedado sola y aislada en algún agujero oscuro. Mi marido dice que me quiere, pero intuyo que poco a poco su amor se ha convertido en pena y desazón. No se atreve a dejarme y no sé si al final me veré obligada a hacerlo yo, al menos antes de que acabe definitivamente con él.

Relato nº4 - Taller de narrativa Biblioteca Can Fabra (Tema: El odio)

8 comentarios:

molinos dijo...

Ole rubi!!!
Como te hemos echado de menos.

Un millón de besos

mutek dijo...

Hola hola holaaaa!!!
Això sense tu és menys interessant.

Benvinguda princesseta, no marxis mai més eeeh!!

Petonets!

Jordicine dijo...

Me alegro de qyue hayas vuelto, un post muy profundo y desgarrador, sin duda. Un beso y hasta cuando quieras!

Sílvia dijo...

Guapiiii m'alegro de que hagis tornat!

Petonet!
kUIN

camaca dijo...

ueuuuu, aquí estàvem, esperan-te!!!!
petonnns

yomigmo dijo...

Desazón, eso transpira ese escrito. Precioso. Me alegra volverte a leer. Un beso

p.d. alvarez dijo...

¿Es que no era de aquel lado del océano que cantaban aquello de que el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren?

A morir o matar por amor, señora!

Sr. Sotomonte dijo...

Relato que despierta sentimientos contrapuestos: miedo y admiración serían dos de ellos, curiosidad otro, ... Que no deje indiferente ya lo hace un buen relato, pero yo diré más: me parece un MUY buen relato. Te sigo leyendo, y ánimos con el blog, cada día más atractivo.