23.11.07

Palabras

Sentada en el sofá miro al infinito. Mi mirada atraviesa la tele, paredes, cerebros, risas falsas, oidos sordos, muecas y lagrimas derramadas. Todo entra en mi y sale por cada poro como líquido invisible que no moja ni enfría ni da calor. Me convierto en un autómata que no siente ni padece, pero con su lado positivo, me la sopla todo lo que ocurra a mi alrededor. Ahora soy libre de hacer lo que me apetezca. Me visto decidida, hace un día precioso y no lo quiero desaprovechar. Unos vaqueros ajustados y una camiseta con un escote de vértigo, que se me vean bien las tetas, tengo ganas de juerga. Así que piso la calle y de golpe me siento libre, capaz de todo y no puedo evitar sonreir. Un cielo azul, un precioso sol, los pajaritos cantan y yo tengo ganas de comerle la boca al primero que pase. Desde luego no lo haré, pero estaría bien eh, sentirse tan segura de una misma que los miedos desaparecieran y sólo quedaran las ganas y la fuerza que la vida tanto nos exige. Ando hacia ninguna parte y no me importa. Sonrio a todo aquel que se cruza conmigo, a las viejas no, porque me miran mal, piensan que soy una descarada y una fresca que no tiene vergüenza ni dignidad. Que se jodan las viejas, eso es pura envidía. Soy jóven, soy guapa y quiero sexo salvaje, si no le gusta pues no mire. Llego a la plaza esa que tanto me gusta, esa pequeñita con ese reloj que siempre se atrasa cinco minutos. Los bancos están llenos de cagadas de paloma y los niños corretean entre ellas, asustándolas para que arranquen a volar. En la esquina el bar de siempre, las mismas caras, las mismas tapas y yo, lo de siempre: una caña y unas olivitas para picar. Cojo el periódico y empiezo a ojearlo, siempre lo hago, queda bien, parezco más interesante y me sirve de excusa para mirar disimuladamente a mi alrededor. Medio escondida tras las páginas, observo al chico solitario de la barra, al que juega a la tragaperras y al que acaba de meterse en el baño. Me levanto y voy tras él. Me quedo delante de la puerta, no le encuentro la gracia al sombrero hongo, el binóculo y el bigote que hay pegado en la puerta, menuda gilipollez. La puerta se abre y él se queda clavado al encontrarse conmigo justo delante, casi tocándole. Sonrie y de un empujón lo meto de nuevo en el baño y yo detrás. Dentro me acorrala contra la puerta mientras me muerde el cuello, siento como la humedad crece entre mis piernas y me cuelo con suavidad dentro de su pantalón….
Cuando abro los ojos la jodida tele sigue encendida, la sintonía del telediario me recuerda que es la hora de comer. Voy a poner los macarrones a gratinar, los niños están a punto de llegar y aún tengo una montaña de cosas por hacer. ¿Cuándo, en qué momento mi vida se transformó en una espiral de monotonía e insatisfacción, cuándo dejé de sentirme especial? ¿Tan caras van las palabras bonitas?

6 comentarios:

Unknown dijo...

Los días así són los que valen la pena vivir. Princess, te superas día a día.

Anónimo dijo...

pffff
qué tema!!

usted es bonita niña.

Iraultza dijo...

Voy a dedicarme a buscar esa plaza....y ese bar....en definitiva, a ver si me encuentro contigo...besos de buenos días, me encantó.

Unknown dijo...

me voy a encerrar en el baño de todos los bares hasta que de con el tuyo¡¡¡¡

lo juro

me voy a a empezar,,,,,,,,

me he puesto....

nervioso

Carz dijo...

Si eres capaz de imaginarlo y desearlo, sólo depende de ti hacerlo.
Creo que eres "sobravamente" (sic) capaz.

Un beso.

Blogger dijo...

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