Como cuando la tormenta cae sobre la ciudad, como cuando las nubes cubren el cielo amenazantes, abrumadoras, implacables. Así se sentía ella por dentro. Como si una lluvia incesante golpeara, retumbando, dentro de su cabeza. No podía soñar, ni pensar, ni siquiera podía escuchar nada de lo que la rodeaba. Estaba aislada bajo la tormenta y los rayos se estrellaban en sus ojos y los truenos eran el latido de su corazón. No podía oir nada, ¿o es que no había nada que oir?
Ilustración de Rikka Ayasaki "Rain in a big city"
11 comentarios:
Cuando uno consigue aislarse de la tormenta siempre hay algo que oír. Aunque sea el pulso lento de la sangre en la memoria.
Un abrazo
Uno de mis olores preferidos es el de la tierra unos minutos antes de comenzar a llover....y luego la tormenta pasa, y todo pesa menos, el aire, la noche o el día, incluso tus pies.
Besos Princess.
Me temo que para desgracia nuestra, últimamente lo segundo, acostumbra a ser algo habitual.
Petons
Yo te presto mi paraguas, no es muy grande pero si lo suficiente para los dos, para sentirte cerca y llenarte de las palabras que quieres oir.
Bon finde, un petonet
siempre me cruzo contigo en algunos blogs amigos. Aquí estacionada en mi convalecencia te visto y te digo niña:
Efectivamente, no hay nada que oir.
Volveré.
o a veces no queremos oir... y cuando no se quiere ni el estrépito de la tormenta, despierta.
silencio.
y si te paras un instante
y si el tiempo se detiene
eso que escuchas
es
tu
alma
latir
El dolor fisico hace daño en el cuerpo.
El dolor Psicológico, la mayoría de las veces en el alma.
Besos
Me agrada tu blog
No te perdiste nada, no habìa nada que escuchar....
;-)
Yo pienso que si había que oir, pero era necesario darle su tiempo a la tormenta y todo lo que ella trae, lluvia, nubes. Cuando pase su tiempo el cielo se aclara todo vuelve a la normalidad y somos capaces de escuchar nuestros latidos y oir más alla del silencio.
Maya
Es la tormenta. Y ya está aqui. Refúgiate
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