Creo poder asegurar que CSI, además de ser un absoluto éxito de audencia, es también una de las mejores series dramáticas que se han hecho. Esta es mi opinión y la de muchos millones de espectadores que, en todo el mundo, siguen cada semana el trabajo de Grissom y sus “chicos”.
Otro que también se ha proclamado fan de la serie es Quentin Tarantino, añadiendo, además, que para él, Grissom es el mejor personaje de la tele después de Colombo.
Así que un buen día el señor Tarantino, después de varias peticiones por parte de William Petersen (Gil Grissom), decidió dirigir uno de los capítulos de CSI Las Vegas y regalarnos hora y media de magnifico guión, imágenes, encuadres, banda sonora, sangre, vísceras, nervios, intriga, explosiones y su especialísimo toque de humor, negro, evidentemente.
El resultado: “Peligro sepulcral” (“Grave danger” en la original), que ayer emitió Tele Cinco cerrando así la quinta temporada de la serie. La única condición que Tarantino puso fue la de controlar “todo” el capítulo; y qué bien que lo hizo.
Me pasé 90 minutos clavada en el sofá. Consiguió enganchar y seducir con su estilo macabro, sangriento, con sus guiños a la televisión de los 70 (recordar el diploma que Grissom exhibe encima de su mesa), con una trama bien estructurada que conseguía dejarte en tensión hasta el final, con su sutileza a la hora de introducir en algunas escenas aquellas canciones que tanto significan para él, con su especialísima manera de mostrar sangre. Lo hace de forma directa y contundente con la explosión en mil pedazos del malo secuestrador, y la tiñe de blanco y negro junto con ese humor macabro en la magnífica escena que enmarca la autopsia de Nick.
En fin, seguramente en un par de días me vendrán muchísimas más imágenes a la cabeza. Por ahora sigo con el sabor de la sangre en los labios.
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