9.11.10

TriNeo

Es este un juego a tres bandas. A partir de una imagen surgen tres textos distintos, tres visiones, tres caminos.


Sus palabras retumbaban dentro de mi cabeza. Brillaban cegadoras y me quemaban el alma, por crueles, por ciertas. No le importaba, nada había en mi que le hiciera sonreir, nada por lo que luchar. Nada. Y ahora, vacío completamente, abrazado al recuerdo de su calor entre las sábanas, me iba apagando poco a poco, desvaneciéndome entre las sombras de mi dormitorio. Necesitaba cerrar los ojos y olvidarme de todo, apagar el deseo y dejar que se fundieran mis ojos. Que las lágrimas derramadas secaran el dolor que sentía aprisionado tras las costillas y volver al todo desde la nada.

1.8.10

Fragmentos: XVIII

"Lord Emsworth se levantó. Ya no aguantaba más. Dejó la mesa, el comedor y la casa. Minutos después alcanzaba el bosquecillo de tejos, donde se encontró con la desagradable sorpresa de verlo infestado por el mismísimo Angus McAllister. El jardinero jefe estaba de pie observando el musgo como el sumo sacerdote de una antigua religión a punto de clavar el cuchillo para un sacrificio humano.
-Buenos días, McAllister -saludó fríamente lord Emsworth.
-Buenos días , milord.
Hubo una pausa, durante la cual Angus McAllister extendió un pie tan grande como un estuche de violín y pisó el musgo con él. El significado de aquel gesto era obvio: expresaba desprecio, disgusto, una aversión total por el musgo; y lord Emsworth, estremeciéndose de dolor, hubo de ver, esta vez a través de sus quevedos, la antipática imagen de aquel hombre. Aunque no solía entregarse a menudo a la especulaciones teológicas, se estaba preguntando por qué la Providencia, aun en el caso de verse en el deber de crear jardineros jefes, había juzgado necesarios hacerlos escoceses. E indagando más, ¿por qué, en el caso de Angus McAllister, había hecho de él un ser humano? ¿Por qué había descartado para él todos aquellos ingredientes de los que hubiera podido salir un mulo de primera clase? Tenía la sensación de que Angus McAllister le hubiera caído mucho mejor como mulo."

"Lord Emsworth y la joven dama" - P.G. Wodehouse

27.7.10

Ahora

Languidecía la tarde a través de la persiana. Una suave brisa sustituía el asfixiante calor del mediodía y sólo el cantar de lo pájaros llenaba la estancia. En el sofá, tumbada, por fin disfrutaba de unos momentos de paz. Un lejano repiquetear la envolvía como un manto. No estaba sola. El incesante ruidito era señal de compañía, de complicidad, y aunque a unos pasos, sentía su calor tan cerca que su corazón se iba agrandando y si cerraba los ojos empezaba a soñar. En la habitación de al lado, respiraba pausada un trocito de su alma. Tan pequeña y tan enorme a la vez. Suave y dulce; su vida.

9.7.10



Y en su mirada se reflejaban el silencio y la tristeza.
Se habían secado ya sus ojos y con cada aguja auyentaba sus temores.
Ni una sola palabra bonita, ni un dulce susurro en sus oidos; nadie la había querido nunca y mantenía los ojos de su muñeca cerrados para no verse reflejada en sus pupilas. Para no descubrir que, al final, se habían intercambiado los papeles y que no era más que un juguete de trapo, olvidado y solo.


Ilustración: Dani Alarcón "Voodoo girl"

22.4.10



Esa noche tuvo un sueño. Se acostó con la náusea que le provocaba el lento transcurrir de su vida, la interminable espera que la carcomía por dentro y la alejaba cada vez más del resto, de todos aquellos que la rodeaban.
Cerró los ojos y la oscuridad se precipitó sobre ella, envolviéndola con sus finísimos dedos, penetrando en sus entrañas. De entre las aguas oscuras un extraño ser apareció ante sus ojos. La miraba en silencio, parecía un pez con su mirada vidriosa y sus labios carnosos, dibujando siempre una triste mueca que nunca cambiaba. Permanecía inmóvil menos su cola, larga como una serpiente, que con cuidado se enredaba entre sus piernas y subía despacito acariciando sus muslos. El tacto frío de su piel le estremeció, su cuerpo vibraba, palpitaba por dentro, con furia y deseo pero no podía moverse, ni hablar, ni ver nada más allá de esos ojos vacíos que la observaban.
No quería despertar, se aferraba inútilmente a esa oscuridad que se les escapaba ente los dedos y la mecía mientras ascendía flotando lentamente. En la superficie, su asquerosa y agonizante vida, en el fondo, la muerte que tanto deseaba.

23.2.10

Bajo la lluvia su mirada se apagó para siempre. Sus ojos verdes se habían equivocado al enamorarse de los suyos, tan negros, tan oscuros, tan profundos. Se equivocaron sus labios y también su aliento, mezcla de deseo y necesidad. Sólo el pantano, en lo más oscuro del bosque, sabía la verdad. Él, con sus ojos negros y sus enormes manos , la arrastró hasta lo más profundo; sumisa y dócil quedó hundida en el cieno, dejó que los peces fueran absorviendo su alma con sus bocas suaves y resbaladizas. Dejó que las flores crecieran a su alrededor y se transformó en agua. Desapareció.


Illustración: Benjamin Lacombe

10.2.10

A oscuras

Tumbada a oscuras, desde su lado de la cama, observaba en silencio su silueta dormida, quieta. Escuchaba el suave respirar y se dejaba envolver por el calor tíbio que desprendía. Le gustaba, disfrutaba recorriendo despacio con la punta de los dedos todo su cuerpo. Perderse entre su pelo, seguir con un solo dedo y bajar por el cuello y recorrer su hombro izquierdo. Dibujar como en un lienzo el perfil de su espalda y su cintura, aguantarse las ganas de apretar en la cadera y deslizar tímidamente la mano entre sus piernas. Abrazarle por la espalda con brazo y pierna y hundir la cara en su nuca. Y respirar, respirar hondo y sentir que el mundo se para. Y tener de golpe la certeza de saber, aunque no lo digas, ni siquiera lo nombres, que podrías seguirle hasta el fin del mundo si así lo deseara. Y dejar que las lágrimas emborronen tu mirada porque no puedes comprender y mucho menos describir, el vacío que te muerde las entrañas al imaginarte lejos de esa silueta dormida y quieta.

5.1.10

Salada

Podría llenar botellas enteras, una tras otra, con lagrimas que se derraman sin poderlas parar, sin nada qué hacer para borrarlas; sólo unas pocas mueren en mi boca, colándose entre mis labios. Podría llenar botellas enteras y lanzarlas al mar, sin mensaje, sin ruegos, porque tengo lo que quiero, lo que deseaba y ansiaba...Sin embargo mis mejillas son ahora más saladas que nunca.
Al menos ya no se encharca mi alma, ya no derramo por dentro, ya no me llena el hastío, al menos...

27.10.09

Transparente



Sara andaba como siempre, sola en el patio del colegio, sin amigos, sin necesidad de hablar con nadie; hasta que la voz de Ana, que era la única niña de clase que no le parecia una completa imbécil, le llamó la atención. Corrió hacia ella y cuando llegó lo primero que pudo ver fueron los ojos enrojecidos de Ana y unas pequeñas lágrimas, redonditas como ella, resbalándole mejilla abajo. No pronunció palabra pero con la mirada lo decía todo. Estaba aterrorizada por lo que pudiera pasar y le habían atado las manos a la espalda con una cuerda. Sara no pudo ver nada de todo eso hasta que fue demasiado tarde. De golpe, la atacaron por la espalda; entre dos la sujetaron y le ataron también las manos. No dijo nada, ni una sola palabra salió de su boca. Tampoco lloraba. Lo único que Ana pudo recordar más tarde, fue como su reflejo en los azules ojos de Sara, se iba diluyendo hasta que al final desapareció. Como si se lo tragara un remolino de agua, como un desagüe que acaba absorbiendolo todo y al final no queda nada. Sus ojos, antes azules, eran ahora transparentes.
Los niños reían como autómatas, no había ni rastro de sentimiento en sus carcajadas. Mientras dos las sujetaban por detras, un tercero empezó a quitarles la ropa de cintura para abajo. A Ana le quitaron la pequeña falda tejana y las braguitas, y fue entonces cuando arrancó a llorar. Gritaba para ser más exactos, miraba deseperada a Sara que ya tenia el vestido color granate subido. Ana, que no dejaba de llorar consiguió dejar de gritar; y fue gracias a Sara. No había abierto la boca y lo único que hacía era permanecer quieta, con la mirada fija en algún punto infinito. Con los ojos transparentes murmuraba palabras sin sentido, como un mantra sin fin, un rumor secreto e ininteligible. No pasaron más de cinco minutos hasta que la Srta.Aurora, que era la maestra de las niñas, llegó.
Al día siguiente faltaban tres niños en clase, Ana pensó que los habrían castigado, expulsado tal vez por unos días. Sólo Sara sabía la verdad: habían desaparecido para siempre y nadie pordría encontrarlos, nunca.


Illustración: Benjamin Lacombe

6.9.09

De golpe

Urgían los besos, su piel lloraba en silencio, desconsolada, sedienta, dolorida por cada poro abandonado. Su piel morena se marchitaba a cada sollozo y sin embargo se mantenía alerta, atenta a cualquier roce que la quisera rescatar. También su ansia andaba desesperada, cansada de tanto agitarse acompañada de cada latido de su corazón, golpeándose mutuamente hasta el hastío. Agotados sus pechos y su cuello, y su vientre y sus manos. Agotados de tanto silencio y de tanta ausencia, aburridos en su monotonía. Sus labios buscaban donde apoyarse y sólo encontraban el vacío que los enmudecía, un vacío que cortaba como el filo de una navaja. Secos ya los ojos, se rindió cansada de esperar y se dejó caer. Fue un golpe seco, tan sólo un sonido sordo al tocar el suelo y allí se quedó. Muerta.

Una suave brisa acarició sus mejillas. No quería abrir los ojos, temía estar soñando y se dejó llevar por las sensaciones, por los sentidos. Besó sus parpados, secó sus lagrimas, lamió su cuello y mordió sus pechos. Se coló tan adentro que su alma gritó como nunca había gritado; nunca nadie había oido nada igual. Por su boca abierta huyó la muerte que habitaba en el pozo, el manto negro que todo lo cubría y entonces abrió los ojos otra vez.

16.7.09

"El amor de los cojones"

No sabes cómo ni por qué, pero sucede. Se filtra por los poros de la piel, por la ventana de las pupilas, por el laberinto de los oídos. Es ladino y contumaz, escurridizo y etéreo, hipnótico y contradictorio. Te invade, te desafora, te descalabra, te descerebra. Y lo que creías tu inexpugnable fortaleza de certezas y convicciones, templada con el mortero del escepticismo, las soledades, la decepción y el desatino, se convierte en un frágil castillo de naipes capaz de desmoronarse con sólo un leve suspiro o un imperceptible susurro. No hay antídoto ni tratamiento que palíe sus efectos, estudio o reflexión que argumente y defina sus complejos y atávicos mecanismos. Tampoco la literatura, la ciencia, o incluso la brujería han sido capaces de descifrar su orígen y morfología. Pero a pesar del vértigo, la incertidumbre y el desconcierto darías un brazo por ese abrazo, un ojo por esa mirada, la razón por ese corazón. "El amor de los cojones", lo llama mi vecina de almohada. ¿Y quién, si no un enamorado, puede expresarlo con semejante contundencia, precisión y capacidad de síntesis?

Juan Carlos Avilés (Diario 20 minutos 16 de julio de 2009)

7.7.09

Colmando el vaso

¿De qué sirve amasar sentimientos, moldearlos y mimarlos, si después no encuentras las palabras?
¿Para qué crecer y hacerse fuerte, si al final somos lo mismo que éramos antes?
¿Qué hacer con todo este esfuerzo?

21.6.09

Espirales

Si me dejaran arrancaría de cuajo cada uno de los ojos que me rodean y me observan. Cada pupila que se clava en mi cuerpo se convertiría en otra esfera más dentro de un bote de cristal. Cosería sus bocas y cortaría sus manos y pies para anular así cualquier posibilidad de acercamiento.
Quisiera conseguir la soledad que siempre anelo, la que siempre ando echando de menos; en cambio soy incapaz de alcanzarla. Si la veo venir, allí a la lejos, acercándose despacio, andando distraidamente, doy media vuelta y arranco a correr. Tuerzo en la siguiente esquina, esperando que los ojos me taladren, que las bocas me reclamen y que una simple caricia me ayude a volver a respirar con normalidad.

26.5.09

A día de hoy

Quisiera gritar pero ningún sonido sale de mi boca. Por mi garganta sólo el aliento entrecortado del cansancio acumulado. Mis pulmones parecen encharcados, tal vez lloro demasiado por dentro.

Mi ipod


- Ese lunar - Kevin Johansen
- Ciudad dormitorio - La habitación roja
- Un buen día - Los Piojos
- Copenhage - Vetusta Morla
- El hijo de Dios - Nudo Zurdo
- A cualquier otra parte - Dorian
- Todo negro - Los Salvajes

5.4.09

Gris


El mundo que la rodeaba se había vuelto gris. Paisajes idénticos llenos de rostros impasibles; edificios sin alma, calles sucias y el aire cada vez más irrespirable. Sentía que poco a poco su corazón se encogía, cada vez había más hueco en su pecho y menos placer escondido entre los poros de su piel. Necesitaba sentir, vibrar, disfrutar y volver a sonreir. Y de entre sus sueños, unos ojos la observaban y le sonreian con timidez. A su alrededor brillaban los colores y el viento soplaba perfumado, despeinando su melena y acariciando su piel. Tal vez esos ojos presagiaban el cambio, algo por lo que luchar, la certeza de saber que lo bueno está por llegar, y que el gris, algunas veces, cambia de color.

Illustración: Benjamin Lacombe

16.3.09

A veces

Y si a veces no grito, no digo, no arranco a correr, es por miedo a la fuerza que podría desatarse detro de mi. Porque puedo perder la razón y agarrarme al primer viento que me roce con fuerza, y dejarme arrastrar hasta donde me lleve. Sin un adiós, sin un beso, sin despedidas.

5.3.09

Sucesos

Cuando del corazón surge un grito amarillo
grandes sargas se extienden sobre rostros amados.
Me dicen que ya es tarde y que el pastor de sombras
es ahora obediente a manos invisibles.

En nosotros ha entrado una serpiente ciega.
Ya nadie ama ni sonrie.

Un huracán de signos avanza inútilmente.
Las últimas mentiras se disfrazan de invierno.

Alguien entra descalzo a la fosa de los números,
alguien está anudando las cuerdas del olvido.

Los hay que cantan lívidos al borde del suicidio
y los más silenciosos copulan sin esperanza.

Un paso más allá todo es inexistencia;
todo se explica en el no ser.

Ya veo
la turba incandescente. Van a venir muy pronto
los reptiles del llanto.

Alguien gime cercado por la púrpura.
Alguien abre despacio la mirada sabiendo
que en su córnea se esconden las cifras terminales
y que su pensamiento
no es más que una sustancia que precede a la muerte.

Cunden fétidas rosas; sus pétalos cansados
descienden a mis manos. Silenciosas, se acercan
las madres que no olvidan.

Frutos enloquecidos
se unen a los restos desprendidos del fósforo
y las últimas sílabas, a las incomprensibles.

En la hora imposible despertará el durmiente;
como un cuchillo negro te mirarán sus ojos.
Vas a quedarte solo. Tu cuerpo tendrá frío
desnudo para siempre, desnudo hasta los huesos.

Acepta tu extravío, entrégate a la luz:
la luz es el comienzo de la causa invisible.

Antonio Gamoneda de Extravío en la luz