31.8.06

Personajillos

Qué duro descubrir la debilidad de la gente. Darse cuenta de que, a veces, aquellas personas que creemos conocer, que pensamos son sinceras con nosotros, que cuidamos con mimo, valorando su amistad y su compañerismo; nos defraudan, nos insultan en silencio, y cuando lo descubrimos ya es demasiado tarde.
Resulta que hay personas (mejor personajes), que disfrutan hurgando en la vida de los demás, que solo son felices si descubren una debilidad, un punto de flaqueza, y si no lo encuentran, pues lo inventan y ya está.
No puedes fiarte de sus falsas sonrisas, de sus buenas palabras, de sus besos y sus abrazos, porque luego, luego te apuñalan por la espalda.
A esos personajes se les reconoce porque gustan de meterse en la vida de los demás. Siempre saben algo más, algo que nadie sabe. A simple vista parecen buenos confidentes, pero hay que empezar a sospechar cuando vemos que saben mucho de mucha gente y que no tienen ningún reparo en contarte todos esos secretos. Lo disfrazan de confianza para luego darse el gustazo y liarla como solo ellos saben hacer.
Hay otros tipos de gentuza dando vueltas por el mundo: “Amigos” envidiosos que no dudan en saltarse a la torera toda amistad para descargar sus debilidades y miedos en contra tuyo. Los hay que aprovechan el anonimato que da un blog, por ejemplo, para criticar e insultar. Son tan cobardes que se esconden bajo nombres falsos, y resultan tan patéticos entre tantas palabras llenas de bilis que no sabes si cagarte en ellos o sentir lástima por sus insulsas y vacías vidas.
Así que por culpa de toda esta gente, debemos aprender a ser más fuertes, a sentirnos más seguros, porque si no lo hacemos así, conseguirán aquello por lo que viven: joder a los demás.

Avisados quedan.

28.8.06

De vuelta

Han sido unas vacaciones extrañas. Sí, esta es una buena palabra para describirlas.
He vuelto algo decepcionada, algo triste por el tiempo ya agotado, por las pilas a medio cargar, por lo que pudo haber sido y no fue.
Claro que algo queda de bueno. Ha habido sol y playa (menos de la deseada, eso sí), muchas risas, ojos risueños a medio cerrar, silencios, el viento, atardeceres en los que el sol se pone en el mar.
Ahora, ya de vuelta, necesito un par de días para centrarme y coger la perspectiva necesaría para, así, poder apreciar lo que han dado de sí estás cuatro semanas sin sentarme delante del ordenador.
Luego más.

9.8.06

Fragmentos

Una semana después aún no me había llamado. En casa de Naoko no se podía dejar ningún recado en el contestador, así que el domingo por la mañana me acerqué a Kokubunji. Ella no estaba y la placa con su nombre había sido arrancada de la puerta. Las ventanas y contraventanas estaban cerradas. Al preguntar por ella al portero, me dijo que se había mudado tres días antes. Y que no sabía adónde.
Volví a la residencia y le escribí una larga carta a su casa de Kobe. Pensé que, estuviera donde estuviese, sus padres se la remitirían.
Le expresé mis sentimientos.

"Hay muchas cosas que no entiendo todavía, pero estoy tratando de comprenderlas. Necesito tiempo. No tengo la más remota idea de dónde estaré llegado ese momento. Por eso no puedo decirte palabras bonitas prometiéndote o pidiéndote nada. Todavía nos conocemos poco. Pero, si me das tiempo, haré lo imposible para que podamos conocernos mejor. Quiero volver a verte y hablar contigo. Cuando perdí a Kizuki, perdí a la única persona con quien podía sincerarme. Supongo que a ti te sucedió lo mismo. Es probable que tú y yo nos necesitemos más el uno al otro de lo que suponíamos. Y que, debido a esto, nuestra relación haya dado un rodeo, que, en cierto sentido, se haya torcido. Quizá no tendría que haber hecho lo que hice. Pero no podía actuar de otro modo. Y la intimidad y el cariño que sentí hacia ti en aquel momento no los había experimentado nunca antes. Quiero una respuesta. La necesito."

Esto decía mi carta. No obtuve respuesta.
Algo se hundió en mi interior y, sin nada que pudiera rellenar ese vacío, quedó un gran hueco en mi corazón. Mi cuerpo mostraba una ligereza anormal y una resonancia hueca.


Tokio Blues (Norwegian Wood) - Haruki Murakami